INSEGURIDAD Y SALUD MENTAL
Uno de los problemas más angustiosos en todas las ciudades del país hace referencia a la inseguridad ciudadana.
Los colombianos quedamos perplejos la semana pasada cuando vimos las imágenes de 30 hombres, a plena luz del día, con armamento de combate y chalecos antibalas, asaltando una fundidora de oro.
A diario nos levantamos con las imágenes de asaltos, fleteos, homicidios, robos de celulares y un largo etcétera que está convirtiendo los espacios públicos en escenarios de miedo e impotencia. Cada vez son más los colombianos que son víctimas o testigos de delitos.
No hay sensación más frustrante que la de sentirse amenazado en aquellos lugares que debemos recorrer a diario para llegar a nuestras casas, recrearnos o trabajar.
Es inaudito que sean los ciudadanos de bien los que están terminando encerrados en sus casas mientras los delincuentes se enseñorean libremente por nuestras ciudades.
Unos malhechores que se han vuelto más desafiantes y que cuentan con la certeza de que los van a soltar rápidamente por la cantidad de normas favorables que se han aprobado para solucionar el hacinamiento carcelario, soltando y soltando delincuentes en una dinámica que está terminando por estimular al delincuente.
Esto no puede continuar así. Los encargados de hacer las normas nos tenemos que poner del lado de la tranquilidad ciudadana y dejar el facilismo de aprobar normas que liberan a los bandidos.
Lo que hay que hacer es fortalecer la judicialización, facilitar la denuncia al ciudadano, construir más cupos carcelarios, prohibir beneficios para el reincidente y fortalecer los sistemas de monitoreo mediante la armonización de las cámaras de vigilancia privadas de edificios y residencias con las cámaras de vigilancia pública de la policía.
Vamos a darle la batalla a la delincuencia y tenemos que ganar. Necesitamos combatir la brutalidad criminal con inteligencia, contundencia y voluntad política.
No hay nada más importante que ganar este combate en el que nos estamos jugando nuestra vida, nuestros bienes y nuestra tranquilidad. Es difícil saber el impacto del temor y el miedo en la salud mental de los colombianos. Ese sentimiento de pesadumbre y de vulnerabilidad permanente termina por traducirse en patologías que afectan la vida de las personas y las familias.
Esos actos de violencia observados en la televisión o vistos en la redes sociales o vividos directamente en calles o parques, tienen consecuencias en la salud de niños, mujeres, adultos mayores y personas en general.
Cual es el impacto de ese clima de zozobra en el insomnio, el estrés postraumático, la depresión, la paranoia y otros trastornos que afectan la salud mental de miles de personas que sufren en silencio y sin que el Estado o el sistema de salud se solidarice con ellos.
La Organización Mundial de la Salud dice que la salud mental es un estado de bienestar en el cual el individuo se da cuenta de sus propias aptitudes, puede afrontar las presiones normales de la vida, puede trabajar productiva y fructíferamente y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. La pregunta es, ¿cómo podemos alcanzar ese estado si vivimos alterados por la inseguridad y la violencia?
No podemos ser indiferentes a las secuelas que este clima genera en las personas. No les podemos agregar a su sufrimiento dolencias adicionales.
A los enfoques judiciales, policiacas y sociales deben sumarse los enfoques psicologicos. La salud mental es importante y el clima social que estamos viviendo favorece el desarrollo de patologias que afectan a las personas, especialmente a los niños. No podemos permitirlo.
Hay que ponerle atención a esta situación. Esto es algo importante y no podemos mirar para otro lado.
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