Como bien dice la sabiduría popular, no hay plazo, que no se cumpla, ni deuda que no se pague.

Llegaron y se fueron las elecciones al congreso y nos deja un saldo claro de con qué quedamos y qué debemos hacer. Las elecciones nos evidenciaron el crecimiento de la izquierda en el país.

El retroceso o el estancamiento de las fuerzas políticas tradicionales y el enorme desafío que tenemos para evitar que las fuerzas de izquierda ganen las elecciones presidenciales profundizando la incertidumbre, y por ende minando la confianza de los inversores con el impacto que eso tiene en la economía, en el empleo, en el bienestar y en la posibilidades de progreso.

La democracia fortaleció la vocería de sectores de izquierda con una visión del país distinta a aquella en la que nosotros creemos. Daremos la batalla en el Congreso con decisión, claridad y representando con energía los intereses de Caldas.

Son muchos los desafíos que se avizoran en el futuro regional y nacional. Es el momento de tener en claro lo que creemos con el fin de no titubear en su defensa.

La decisión que los Colombianos tenemos en la elección presidencial requiere de nuestra mayor claridad.

En ese sentido quiero decirles que yo creo en la familia como célula primordial de la sociedad. Cuando la familia se desintegra, o se debilita, se afecta la sociedad entera.

Debemos trabajar por la cohesión de la familia, por su bienestar, por su vocación de futuro y por esa cohesión que representa posibilidades y solidaridad cotidiana que es entendida como fuerza, optimismo y equilibrio emocional.

Creo también en el progreso afincado en el trabajo, la creatividad y la capacidad de lucha de cada individuo. Ese es un proceso en donde se forja el carácter y se afina la personalidad.

El asistencialismo trunca muchas capacidades y vuelve al individuo dependiente, anulando, muchas veces su fuerza para forjarse un destino a la medida de sus ímpetus.

No hay nada peor para la viabilidad de una comunidad que la presencia de esos “poca lucha”, como los llamaban nuestros mayores con toda razón.

Creo también en la propiedad privada como expresión de nuestra creatividad, nuestro trabajo, nuestro esfuerzo, nuestra libertad, nuestro progreso y nuestra posibilidad de legarle a nuestra descendencia el fruto de nuestro trabajo para que lo acrecienten o se resguarden en torno a él.

Creo en la libertad y el orden como bien lo plantea nuestro escudo nacional y defiendo la libertad de las personas siempre y cuando el ejercicio de ella no se traduzca en desconocimiento o violación de las libertades y los derechos de los demás.

Las sociedades necesitan conciencia de los demás y respeto hacia ellos. No puede ser que se ejerzan las propias razones anulando las razones de los demás.

Creo en la autoridad como fundamento del orden y defenderé la fuerza legitima del Estado como una garantía en beneficio de todos lo que aspiramos a convivir en paz y sin los riesgos de la inseguridad o el ejercicio arbitrario de las propias razones.

Creo en el sector privado como fuente concreción de ideas que se traducen en generación de riqueza, en empleo, en ingresos, en competitividad, en desarrollo, en progreso y en bienestar.

Vamos a proteger a ese sector e impediremos cualquier acción dirigida a desestimular o exprimir a un ámbito que necesita apoyo, acompañamiento y estimulo.

Ya habrá oportunidad de explicar en otro momento cómo creo también en las regiones, en los jóvenes, en las mujeres y en la conectividad.